Recientemente la editorial Siruela ha publicado “la clonación arquitectónica”. Este libro, escrito por Ascensión Hernandez Martinez (Zaragoza, 1965) hace un repaso histórico de “réplicas, copias, clones, simulaciones, facsímiles o versiones” de la arquitectura.
El ensayo incluye varias épocas y diferentes ejemplos de clonación de arquitecturas por diferentes motivos. Desde la reconstrucción de Varsovia hasta el teatro de la Fenice o el Pabellón Alemán de Mies Van Der Rohe en Barcelona, la autora nos narra diferentes contextos y concepciones de la copia, su teorización a lo largo de la historia y el fetichismo popular y de los poderes políticos.
En el caso del dramático incendio de La Fenice hubo muchas voces en contra de su reconstrucción argumentando lo irrepetible de “el aura, la magia, la exquisitez y la pátina de La Fenice”.
Algunos autores como Paolo Marconi (Il recupero Della belleza – Milan 2005) justifican la reconstrucción; la réplica como recuperador de la belleza perdida por acontecimientos dramáticos como las guerras: “ no es lo mismo el falso artístico que la réplica arquitectónica, necesaria en muchas ocasiones para recuperar la belleza de las ciudades…”
Tal y como se dice en el libro, en las épocas posbélicas tanto la opinión popular como los poderes políticos intentan reconstruir lo destruido por razones de afecto, patriotismo o de identidad con lo que un día les perteneció.
Los ejemplos más recientes en el tiempo varían poco. El miedo a perder “el ser querido” hace repetir una vez más la fórmula de resurrección. Réplicas de “ídolos” y copias ( o malas copias ) de iconos clasificados no hacen otra cosa que alimentar la propaganda y la imaginería popular; La seducción viene dada por una imagen reconocible aunque esta haya dejado de ser verdadera. Se crean por tanto ficciones de arquitecturas y de modelos que apaciguan el miedo a lo desconocido.
La reconstrucción en Barcelona del Pabellón Alemán de Mies van der Rohe da buena cuenta de ello. El pabellón original fue construido para la Exposición Universal de 1929, tenía por lo tanto un carácter temporal. Su repercusión fue más bien mínima.
Entre 1983 y 1986 se reconstruye el pabellón bajo la dirección de Cristian Cirici, Fernando Romas e Ignasi de Solá-Morales. En ese momento, el pabellón era ya un icono de la arquitectura moderna y Barcelona comenzaba el asalto al podium de la capitalidad universal del “buen diseño”.
En el libro se recoge que “Ignasi de Solá-Morales defendía su reconstrucción no como una copia sino como una reinterpretación”. Se pone incluso en cuestión el carácter provisional del pabellón original. Además, como bien recuerda Antón Capitel en un artículo publicado en la revista Circo en 1993, en la reconstrucción se quiso intuir la manera constructiva que Mies hubiera querido utilizar pero que la posibilidad técnica de la época no le permitió. Es decir, la “reinterpretación” era aún más fiel y coherente entre idea y construcción aunque no se atrevieran a quitar lo que mies nunca dibujo en sus planos: los pilares;
“En 1985, como el Pabellón se estaba reconstruyendo, le pregunté a mi amigo Ignacio Solá Morales -uno de los arquitectos encargados de la reconstrucción- si existían estas vigas en las dos direcciones, y me aclaro que sí, pero que ellos pensaban hacer el techo con una losa. En efecto, pues: Mies había hecho una especie de losa con esas vigas, ayudada también con el apoyo de los muros. Pues, naturalmente, tenían que estar las vigas, los pilares no indicaban otra cosa. (Respiré aliviado y satisfecho de resolver una intriga de años). Pero, si bien Mies hubiera puesto una losa de haber podido, entonces no hubiera conservado los pilares.”
Rem Koolhaas también participó en el debate sobre la reconstrucción del pabellón con ocasión de la Trienal de Milan en 1985, (la reconstrucción del pabellón estaba en fase de ejecución) . En su libro S,M,L,XL, dice lo siguiente:
En pos de una mayor autenticidad, investigamos la historia real del pabellón después de la clausura de la Exposición Universal de 1929 y recogimos cualquier resto arqueológico que dejó a través de Europa en su viaje de vuelta. Como en Pompeya, estos fragmentos fueron re-ensamblados para acercarse lo más posible a lo que evocaba en su totalidad…”
Y terminó construyendo una replica “curvada” del pabellón en una sala curva que se les habían designado en el edificio “fascista” ( en palabras de Koolhaas ) de la Trienal. Esa fue la respuesta de Rem Koolhaas al “aquí y ahora” de un icono clonado. Quizás una propuesta cínica al miedo extendido del fantasma de la autoría.