MUROS Y FANTASMAS
(The Gray Wall)
“Para la rebelión no hacen falta masas armadas, basta
un millar de jóvenes con marcadores y aerosoles”
Jean Baudrillard - Kool Killer o la insurrección del signo
Consideremos que los primeros muros pintados fueron los interiores de las cuevas donde los nómadas cazadores encontraban cobijo y proyectaban sus primeros signos; creaban las primeras expresiones formales. Algunos investigadores consideran que estas pinturas se realizaban en público por parte de los chamanes (o artistas bajo efectos de plantas narcóticas) y servían como manual de aprendizaje y transmisión de conocimiento.
La construcción de los muros y murallas tienen un origen de carácter defensivo. Se considera que las primeras construcciones verticales aparecen cuando las civilizaciones sedentarias comienzan a tener excedentes de producción y ven la necesidad de proteger sus bienes. Podríamos considerar el muro y la muralla como primitivas maquinas de estrategia beligerante. Este supuesto nos colocaría en una mirada menos fascinante sobre origen de las ciudades. Estaríamos ante un supuesto no tan buenista como el que defiende la historia oficial de las ciudades como la gran invención democrática de la humanidad.
La palabra muro viene del latín murus (pared exterior). El origen latino tiene a su vez procedencia de raíz indoeuropea *mei-3 (construir, arreglar) que dio como resultado palabras como meta, muladar pero también dio origen al término munición.
La gran mayoría de aquellos primeros muros se encuentran hoy embalsamados debido a procesos de “museización” , por intereses turísticos o por arqueólogos celosos de sus investigaciones.
Y aquellos restos se nos muestran ahora en museos o en recorridos turísticos con su imagen más desnuda. La imagen actual de aquellas ruinas se relaciona con la materialidad de la construcción. Imaginamos las construcciones pasadas como arquitecturas desnudas, materiales y brutas en su concepción. Por contra, son bien conocidas las características coloristas que invadían las edificaciones de las primeras civilizaciones. Por mucho que se insista en la capacidad evocadora que transmite la materialidad de los templos clásicos, la ruina desnuda en su textura y su perfecta estereotomía, debemos por contra imaginar los muros de las polis arcaicas repletas de inscripciones y pinturas que adornaban y compartían historia y creencias entre sus murus.
En la antigua Roma era habitual inscribir en muros y columnas consignas políticas, insultos o declaraciones de amor. En Salamanca y Sevilla se descubren antiguas inscripciones (vítores) en los muros de las catedrales. Los "vítores" , en forma de pintada, rememoraban un acto, un festejo o dejaban testimonio de un acontecimiento. Del latin vitor, en castellano se traduce "viva". Se pintaban, por lo tanto, "¡vivas!" en las fachadas de las catedrales.
La suma irreversible de pintadas e inscripciones en los soportes verticales de las ciudades se convierten en palimpsestos colectivos, nos recuerdan la escritura sobre la escritura, la traza de nuevas huellas (o pintadas) sobre lo existente, el palimpsesto es un cajón de fantasmas del pasado que quedan atrapados por suma de nuevos signos.
Arte y política han interactuado constantemente con los muros de la historia, no sólo en el ágora se practicó la política. Los muros relatan vivencias, injusticias o mensajes de amor. Los últimos acontecimientos en Libia o el conflicto vasco, en nuestro contexto próximo, son vivos ejemplos de los mapas y derivas que generan los graffiti, las pintadas y los mensajes en los muros de nuestras ciudades.
Esta incierta deriva hacia lo real, toma forma en el trabajo The Gray Wall del artista Juan Aizpitarte. Juan recorre la ciudad china de Beijing en la piel de un arqueólogo o cazafantasmas que se propone atravesar los muros de la ciudad y descubrir las huellas de signos pasados. Impresas en lienzos, las fotografías de los muros se confunden entre apariencia, ausencia y censura. El gris se convierte para el administrador bien-pensante en estrategia de velado y censura, sin considerar que el acto de tapar entra en el juego mismo de la suma de capas. El fantasma gris que oculta un graffiti entra en la lógica del palimpsesto.
Existe una sensación de desconfianza sobre las ciudades que exhiben sus muros intactos o las ciudades que están tornando hacia un gris “homogeneizador”. Los intentos de desarticular los trazos construidos por la suma de signos y tiempo, no hacen más que reforzar el tejido invisible de mensajes. Al ser tapados conforman un gran fantasma latente que habita en los muros de las ciudades agrisadas. Ese gran fantasma quedará a la espera de ser atravesado para volver a tomar forma y expresión en forma de protesta, en forma de arte y política. La profanación del muro revive la ciudad, y ésta se vuelve real.
Ibon Salaberria