El título de la conferencia, "Identidad: apropiarse del espacio común", pretendía hacer un recorrido a través de diferentes experiencias que mostraran el espacio urbano colectivo como extensión de lo doméstico.
Los "mínimos comunes" son los espacios del acuerdo, esos espacios que perteneciendo a lo colectivo llegan a concentrarse en consensos de mínimos. Éste sería en nuestra opinión el punto de partida para la generación de un espacio público participado.
Si tal y como se discutió durante la interesante charla del sociólogo Fernando Diaz Orueta, el espacio público o lo colectivo necesita del conflicto como origen de los desacuerdos que generan una pensamiento crítico, el espacio común acerca lo urbano a la pequeña escala de lo domestico-extendido y a los acuerdos de mínimos. Evitando la escala monumental, muchos y pequeños acuerdos comunes (mínimos comunes) pueden generar grandes espacios urbanos abiertos a la convivencia y acercar la experiencia urbana a las personas.
A partir de estas consideraciones, imaginamos los espacios urbanos como escenarios que sean capaces de convertirse en soporte de acciones espontáneas, debiendo ser flexibles y adaptables. Y comenzando desde la escala doméstica (la primera escala de "mínimos comunes") podemos tomar como ejemplo este fragmento de la película de Buster Keaton titulada The Scarecrow como paradigma de un espacio doméstico compartido, flexible, adaptable y capaz de soportar la espontaneidad. La escena se titula "One room house":
En la experiencia de participación que compartimos con MonoD para la re-urbanización de la plaza Goierri de Urretxu los elementos comunes se convirtieron en las piezas de juego que se utilizaron para generar la maqueta colectiva. Desde un análisis consensuado donde tanto vecinos como técnicos demandan un espacio publico continuo y capaz de permitir eventos de diferentes escalas, se comienzan a definir áreas de intensidades y de uso diferente. Las piezas de juego y las diferentes combinaciones entre ellas dan respuesta a todas las funciones que se le exigen a la plaza sin que el diseño de cada una de ellas sea especificas para un sólo uso.
Hablamos de sistemas, hablamos de estrategias o discutimos la capacidad que los elementos deben tener a posibles modificaciones. El tiempo del "espacio-publico-diseñado" terminó, el espacio-público-diseñado no es capaz de permitir el uso espontáneo, no es flexible a la diferencia y tampoco es capaz de adaptarse a diferentes situaciones.
Si asumimos que el espacio publico es el lugar de representación y experimentación de lo común, el proyecto mismo debe ser la base de unos mínimos suficientes que faciliten el uso espontáneo del mismo y prolonguen lo domestico en lo urbano generando lazos de vinculo e identidad entre las personas y su entorno cercano compartido.
Broadway adaptado// fuente: plataformaurbana (tactical urbanism)
Un espacio urbano como el de Al-Azraq no debería estar en la situación actual de desuso. Pequeñas acciones de participación y experimentación con lo común podrían sentar las bases del esquema de mínimos que el proyecto de la plaza debería contener. A continuación ilustramos algunos ejemplos de acciones temporales que con poco pueden dar idea de las exigencias de flexibilidad y adaptabilidad que podríamos exigir a nuestros espacios urbanos.
Estas últimas semanas, las protestas que reclaman una democracia real se han apropiado de muchas plazas de las ciudades del estado. De una manera espontánea han ido generando un esquema de ciudad dentro de la ciudad a través de procesos de auto-organización y consenso.
Otra práctica cada vez más habitual en muchas ciudades del mundo son los llamados "ParkingDay". Estas acciones reivindican el espacio ocupado por los coches aparcados en las ciudades proponiendo actividades de lo más diversas en el área de suelo urbano que ocupa el vehículo.
Arquitecturas Colectivas es una red de personas y colectivos que operan en diferentes ciudades del estado. La creciente preocupación por el "diseño" de ciudades cada vez más ajenas y lejanas a las personas se convierte en el punto de encuentro de los colectivos que suma esfuerzos para demostrar otras maneras de planificar nuestro entorno.
Sin ir más lejos existen ejemplos de uso de nuestro entorno cercano de una manera espontánea, flexible y adaptada. Se trata de las playas y la tradición de los partidos de fútbol playero que se organizan en varias de ellas en Gipuzkoa. Se trata de una práctica habitual desde hace años y demuestra las posibilidades de un espacio flexible al que se adaptan las actividades por mucho que estén condicionadas por factores propios del lugar (en este caso las mareas)
Estos y muchos más ejemplos nos deberían hacer reflexionar sobre el tipo de espacios urbanos que nos rodean. Aprendamos de las playas, pensemos el espacio urbano como lugar común, como prolongación de lo doméstico, como espacio de apropiación de lo común, como espacio con el que identificarse a través de experiencias compartidas.
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