TENDENCIAS
Cultura ecopolítica
SANTIAGO ERASO
Estos días, gracias a Mariano Rajoy hemos conocido a parte de su familia. Su primo es un excelente físico, catedrático universitario y destacado investigador. Su cuñado es el director financiero de la Fundación Cidade da Cultura en Santiago de Compostela, un descomunal complejo arquitectónico que se está construyendo en la capital gallega; un proyecto faraónico que, siguiendo la estela del modelo Guggenheim de Bilbao, también pretende constituirse en referente cultural internacional.El arte y la cultura no deben estar exentos de un análisis crítico con respecto a cómo funciona la economía en su conjunto y cómo repercute en la organización de la sociedad. Cada acto individual o acción colectiva es responsable del mundo en el que vivimos y, por tanto, detrás de cualquier hecho, por insignificante que sea, existe una responsabilidad política. El director de cine J. L. Godard dice que incluso un travelling es una cuestión moral. Frente a la consigna postmodernista de que tras las imágenes y las formas no hay ideología, otros pensamos que en términos de ética cultural no vale todo para cualquier fin. El tipo de ciudad que queremos construir y el mundo que deseamos habitar tienen que ver con el tipo de personas que pretendemos ser y con los valores que vamos a defender.La cuestión de la reubicación de los excedentes de capital es uno de los elementos esenciales en la configuración de nuestras ciudades. Si se quiere ser competitivo, una parte considerable de los beneficios que se obtengan de la realización de cualquier actividad económica, se tiene que reinvertir en expandir la producción y, por consiguiente, aumentar el consumo, entrando en una espiral vertiginosa de la que no es fácil escapar. En este sentido, muchas ciudades están desarrollando una política de grandes inversiones urbanísticas y monumentales, a veces innecesarias, a las que se dirige el excedente de capital. Según Arantxa Rodríguez, profesora de Economía Aplicada en la Universidad del País Vasco, el mundo se convierte, de este modo, en un inmenso proyecto de urbanización global, provocando una gran «competencia interurbana».La prioridad de la política urbanística pasa a ser el crecimiento económico y el desarrollo de nuevas posibilidades de negocio. Es decir, un urbanismo especulativo que sólo busca una regeneración física, morfológica, de diseño, priorizando lo económico sobre lo social y entendiendo la ciudad como un producto para vender y consumir y no como un espacio que hay que construir y habitar En definitiva, frente a una concepción de la cultura para los sujetos y no para los objetos, lamentablemente, esta dinámica conduce a una carrera sin fin por conseguir los «objetos/equipamientos» más grandes, los más espectaculares, o los festivales y eventos más costosos, reduciendo a los ciudadanos a meros consumidores con escasa capacidad de participación y muchos menos de interacción e intervención; una inusitada explosión de actividades que priman, sobre todo, una concepción del público como turista, visitante, consumidor, olvidando que, probablemente, los procesos creativos y las experiencias generadas desde las redes ciudadanas son, a la larga y a pesar de su complejidad, mucho más eficaces para el desarrollo de la cultura como fuente de negociación, conocimiento y confrontación con la realidad impuesta.
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